¿Qué es SENDA?

¿Qué es el método terapéutico SENDA?

El método terapéutico SENDA podría visualizarse como el tejido filosófico que une las tramas de múltiples disciplinas, orquestando una melodía única para la armonía del ser humano. Es la alquimia de la sabiduría acumulada, destilada en un sendero singular, estrecho pero infinitamente profundo.

Así como Platón nos habló de las ideas y las formas eternas, SENDA nos invita a explorar el arquetipo con el que nacemos (nuestro temperamento) y el modo en el que lo esculpimos con nuestras acciones y decisiones (nuestra personalidad). Los seres humanos somos viajeros, y este método ilumina las rutas y desvíos que tomamos en el vasto mapa de nuestra existencia.

En la dialéctica de SENDA, el diálogo no se entabla sólo entre distintas personas, sino también entre el cuerpo y la inteligencia interna de cada una de ellas. Al igual que Sócrates buscaba la verdad en el diálogo, SENDA se sumerge en las conversaciones íntimas de nuestro ser, usando como lengua franca las conexiones órgano-neuro-musculares reveladas por la kinesiología.

Este diálogo revela y reconfigura las descompensaciones que, a veces inadvertidamente, generamos en nuestro propio ser.

El tratamiento, entonces, no es genérico, sino tan único como un traje hecho a la medida del alma, diseñado para guiarnos de regreso a la sintonía con nuestro propósito cósmico.

Porque, después de todo, existir es más que simplemente ser; es ocupar conscientemente nuestro espacio en el gran tapiz del cosmos.

«El hombre, para desarrollar sus potencialidades latentes, debe pasar por un conocimiento previo, un camino a recorrer; sin ese camino el ser humano no puede habilitarse. Pronto supe que el caudal que buscaba pertenece a la humanidad, todo lo que existe tiene su código particular para moverse, lo que significa que el que sabe más sobre algo en particular es el que ha entendido el código revelado».

Fédora Aberasturi 

El tránsito del mero impulso a la acción deliberada es como el paso del preludio al acto principal en una obra de teatro. Primero, viene la atención, ese «autoescrutinio» que enciende la chispa de la voluntad y nos guía a un acto pleno de intención. Pero ningún acto en la gran obra que es la vida está aislado; necesita un pacto, una comunicación previa, porque en cada elección consciente, en cada respuesta, se haya reflejado el cosmos.

Responder es un acto de donación, de ofrenda, tanto a los demás como a uno mismo. Y en esa danza dialéctica nace la correspondencia, ese sentimiento profundo de estar en sincronía con la gran sinfonía universal, la llamemos «cosmos», «energía universal», o «Dios».

Dentro de nosotros arde una esencia óntica, un fuego trino de ser, conocimiento y dicha que se traduce en la salud vibrante. Este método busca reavivar esa llama, recordarnos de dónde venimos y hacia dónde vamos.

La enfermedad no es más que un conjunto de ecos y reverberaciones en nuestro ser, señales entrelazadas en el presente eterno que nos indican una desconexión con nuestra esencia primordial. Es un recordatorio de que, en algún punto, perdimos el norte en nuestro viaje existencial y nos desviamos del flujo creativo que define nuestra individualidad.

Pero, con la guía de este método, que es como el hilo de Ariadna en el laberinto de la vida, se teje un proceso analítico y compartido que nos conduce de regreso al núcleo de lo que significa ser humano.

Si se quiere realmente ser Maestro en un arte, su conocimiento técnico no basta; es necesario trascender el aparato de la técnica, de manera que el arte se convierta en un «arte sin artificio», surgido del Inconsciente. 

Lejos de pretender despertar al artista que duerme en cada discípulo, el maestro entiende que su primer deber consiste en convertirlo en un experto artesano con absoluto dominio de su oficio. El alumno persigue el objetivo con infatigable laboriosidad, como si careciera en realidad de mayores aspiraciones. Con el correr del tiempo las formas que ya domina perfectamente no son en modo alguno medios de opresión y sujeción, si no por el contrario, instrumento de liberación. Diariamente se va haciendo capaz de obedecer cualquier inspìración sin el menor esfuerzo técnico y dejarla penetrar en él a través de una escrupulosa observación.»

 

Del libro «Zen y el arte de los arqueros japoneses» de Eugen Herrigel

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